Realidades contra fantasías.
Poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial, Blanche DuBois (Vivien Leigh) llega a Nueva Orleáns a visitar su hermana Stella (Kim Hunter). Ahí, se ve obligada a convivir con Stanley Kowalski (Marlon Brando), esposo de su hermana, en un departamento de dos recámaras. Sus personalidades no podrían ser más opuestas: Blanche es delicada, de finos modales y recatada; Stanley todo lo contrario. Con el día a día los enfrentamientos no cesan y la caja de Pandora queda al descubierto.
“Un tranvía llamado deseo” es un filme histórico por diversas razones. En primera, es la adaptación de una de las grandes obras de Tenesse Williams, merecedora al premio Pulitzer. En segunda, es un parteaguas en la cinematografía, pues se atreve a mostrar personajes y situaciones que en su época salían de lo políticamente correcto; y en tercera, cuenta con la participación de Marlon Brando en uno de sus personajes más emblemáticos haciendo gala de su histrionismo y presentando un Stanley que deja atrás recatos y expresar sus sentimientos y emociones sin cortapisas. La actuación de Brando es quizá la de mayor influencia en las últimas décadas y ha visto entre sus seguidores a Jack Nicholson y Sean Penn.
La cinta recibió doce nominaciones por parte de la Academia y obtuvo cuatro premios Oscar, entre ellos, Mejor Actriz para Leigh, y Mejor Actriz y Actor de Reparto para Hunter y Malden, respectivamente. Sorpresivamente, Marlon no recibió el galardón como Mejor Actor que recayó en Humphrey Bogart por “La Reina Africana”.
“Un tranvía llamado deseo” es también ejemplo de la censura en Hollywood. Para su estreno, Kazan tuvo que editarle unos cuantos minutos que hacían clara referencia al deseo sexual, la homosexualidad y la prostitución. La versión original del director puede apreciarse en nuevas ediciones. A pesar de estos cambios se le consideró en su tiempo como inmoral, decadente, vulgar y pecaminosa. Para los espectadores de hoy puede ser hasta recatada.
Lo trascendente de “Un tranvía llamado deseo” es la vigencia que siguen teniendo hasta la fecha sus temas y el impacto de sus escenas. Kazan demuestra que la fuerza de una historia está en la forma en cómo se cuenta y la interpretación de los actores, no en lo explícito. El deseo y la atracción sexual entre Stanley y Stella es muestra de ello.
Los mundos de los Kowalski y Blance interactúan en un mismo espacio, sólo para repelerse el uno al otro. La realidad y la fantasía conviven, pero no convienen. En el vaivén, secretos y pecados quedan al descubierto mostrando los más íntimos deseos.
A Streetcar Named Desire
EE.UU. 1951
Director: Elia Kazan.
Reparto: Marlon Brando, Vivien Leigh, Kim Hunter y Karl Malden.
Artículo inicialmente publicado en el periódico estudiantil “La Catarina” de la Universidad de las Américas-Puebla. Derechos Reservados de Carlos Andrés Mendiola H.
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