La historia de Mía, una adolescente, y Charlie, un león blanco que se vuelve su "mascota", es una aventura que vale la pena visitarse. Tiene suficiente encanto como para superar alguno que otro cliché, pero sobre todo, para construirse como una voz sólida en contra de la caza de leones y a favor de una convivencia respetuosa entre especies. Además, es un triunfo. Fue filmada sin efectos especiales a lo largo de tres años y uno ve a los protagonistas crecer en cámara y estrechar vínculos. Ello permite sentir todo el corazón que tiene el filme y que el título es reduccionista, pues Charlie es mucho más que una mascota. 🐅🐅🐅🐅
top of page
bottom of page
Comments