Entre las imágenes más representativas de Marilyn Monroe, y para el caso del cine, está la de la rubia parada sobre una rejilla del metro al tiempo que su vaporoso vestido blanco se ondea mostrando sus piernas. La gráfica pertenece a “La comezón del séptimo año” y en realidad nunca aparece a cuadro. Lo que el público aprecia es un montaje que no deja ver a Monroe en su totalidad cuando el aire la ayuda a refrescarse de las altas temperaturas veraniegas. Aún así, la cinta, ubicada en el número 51 en la lista de las Mejores Comedias del American Film Institute, es quizá su trabajo más recordado.
“La comezón del séptimo año” es una poco apegada adaptación de la obra homónima de Broadway. Durante el verano esposas e hijos viajan al norte escapando del calor. Los hombres son dejados a causa de su trabajo. “Libres” de sus obligaciones enfrentan las tentaciones que el calor (y la calentura) maximiza a cada instante. Richard Sherman (Tom Ewell), un editor de libros de mediana edad, intenta escapar al influjo que parece acentuarse justo cuando los matrimonios están en su séptimo año, precisamente, su caso. La presencia de Monroe (el personaje no tiene nombre, la celebridad de la actriz lo hizo innecesario y sólo se le refiere como “La Chica”), una ingenua y poco inteligente modelo, en el piso superior no hace más que complicar los intentos de Sherman por mantenerse fiel. A la mezcla, se agrega su inmisericorde imaginación que constantemente le ayuda a recrear las más apasionadas aventuras y las más atroces consecuencias. Inolvidable y sumamente divertida la parodia de “De aquí a la eternidad” (1953). A pesar de que la censura de la época no le permitió a Wilder tocar a fondo el tema de la infidelidad, “La comezón del séptimo año” se sostiene como una comedia inteligente, llena de encanto y frescura. El comentario, aunque sutil, está ahí. La comezón se siente. La respuesta que se le da es decisión de cada quien. El director inició el proyecto en Paramount Pictures, donde originalmente lo realizaría George Cuckor, pero lo concretó en 20th Century Fox, después de abandonar el otro estudio. A pesar de las presiones, Wilder repitió en el protagónico a Tom Ewell, quien recibiera el Tony por su interpretación en teatro del atormentado Sherman; el mérito lo repitió como Mejor Actor de Musical en los Globos de Oro. Ewell es quien tiene sobre sus espaldad el filme. Es un actor de múltiples recursos. Ewell es gracioso, desesperado, encantador y desconcertante como el siempre proclive a ceder ante la tentación Sherman. La química que tiene con Monroe es explosiva y le permite a la actriz tener algunos de sus momentos de mayor lucimiento.
Monroe pasaba por un mal momento en su vida mientras filmaba la película. Sus retrasos fueron constantes, su conducta variable y sus escenas requirieron de decenas de tomas (40 en promedio) que le costaron al estudio casi dos millones de dólares. En una irónica analogía, parecían hacer eco del vaivén del vestido. Aún así, en pantalla no se percibe. Monroe aparece en todo su esplendor en cada cuadro. Hermosa. Encantadora. Hechizante. Los diálogos son tan simpáticos como absurdos y Marilyn sabe como entregarlos. Lo hace con tanta gracia que los Bafta la consideraron como Mejor Actriz.
“La comezón del séptimo año” es una muy recomendable parodia de la comedia romántica. Una pequeña muestra del gran talento del multifacético Billy Wilder. Una conmemoración del talento de uno de los más grandes íconos del siglo XX, Marilyn Monroe. Estrenada en su cumpleaños 29, “La comezón del séptimo año” es una muy agradable disertación de la tentación y la inocencia que bien vale la pena verse. The Seven Year Itch EE.UU. 1955
Director: Billy Wilder.
Reparto: Marilyn Monroe, Tom Ewell, Evelyn Keys, Sonny Tufys, Robert Strauss.
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