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La casa de los espíritus

Poner frente a frente a la exitosa y prestigiada novela “La casa de los espíritus”, clásico del realismo mágico, de Isabel Allende con la versión cinematográfica que de ella realiza el danés Bille August es un acto suicida.



El original relata la vida de cuatro generaciones, centrándose principalmente en las que resultan de la unión entre Clara del Valle (Meryl Streep) y Esteban Trueba (Jeremy Irons), y paralelamente retratando el cambio social en Chile. La película se ocupa de dos (elimina a la última y apenas y presenta a los padres de Clara) e intenta condensar en la segunda los sucesos de la tercera. La intención inicial, al parecer, era crear una épica de las dimensiones de clásicos como “Lo que el viento se llevó” (1939) y “Doctor Zhivago” (1965), aunque es “Gigante” (1956) con la que conserva una estructura más fácilmente comparable. Sin embargo, con una duración que apenas rebasa las dos horas resulta difícil profundizar en los personajes y por momentos parece que la película brincara de un momento dramático a otro. El manejo del realismo mágico carece de un manejo orgánico como en “Como agua para chocolate” (1992), incluyéndose como una anécdota más y no como un elemento de peso que precisamente resulta en que la casa sea de espíritus.

Para los no conocedores de la novela, su versión cinematográfica les brindará un entretenido recorrido que tiene sus principales méritos en una buena fotografía, una impecable musicalización y un reparto de primera línea. Meryl Streep, aunque un poco mayor para hacer al personaje en su juventud, hace de Clara la mujer etérea y particular que Allende describe. Clara es como un espíritu encarnado y Streep adecuadamente le presta su cuerpo. Jeremy Irons aborda con brío al determinado Esteban, el único personaje presente en toda la historia y en quien se reflejan los cambios del país. Glenn Close tiene una poderosa participación como Férula, la hermana solterona de Esteban, que compite, en una línea entre lo platónico y lo carnal, por los afectos de Clara, y Winona Ryder hace a Blanca, la hija “rebelde” de Trueba cuya historia de amor sufre radicales cambios al ser combinada con la de Alba, su hija, quien no pasa de la infancia mientras que en la novela llega a la adultez y es quien sufre a manos del ejército. Por cierto, el paso del tiempo en los personajes no es parejo y en varios momentos se nota.


La actitud reduccionista de la película causará el mayor descontento de los admiradores de la novela. Muchos personajes son eliminados (los hijos gemelos de los Trueba, por ejemplo), otros son cambiados e incluso, sin fundamento real, algunas de sus decisiones son alteradas (Blanca se casa con Satigny y su amor por Pedro Tercero, interpretado por Antonio Banderas, tiene un mejor desenlace). Es a causa de ello que “La casa de los espíritus” resulte, por hablar en términos arquitectónicos, en una obra negra y no en un recinto histórico.


A pesar de sus carencias el filme se hizo de algunos reconocimientos internacionales, entre ellos el de Mejor Película en el Festival Robert, Mejor Película Alemana por el Sindicato Alemán de Cine y el premio Coral al Mejor Trabajo de un Director No Latinoamericano en un Tema Latinoamericano, pero mientras la novela “La casa de los espíritus” es un espíritu poderoso, de huellas permanentes, la película es un espíritu fugaz.


The House of Spirits

Portugal/Alemania/Dinamarca/EE.UU. 1993


Director: Bille August.

Reparto: Meryl Streep, Glenn Close, Jeremy Irons, Winona Ryder, Vanessa Redgrave, Armin Mueller-Stahl, María Conchita Alonso.

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