“Hubo un tiempo en que la bella tierra de Alagaësia era gobernada por jinetes de dragones. Proteger y servir era su misión, y por cientos de años, la gente prosperó. Pero los jinetes se volvieron arrogantes, y empezaron a pelear entre ellos por poder... un joven jinete Galbatorix los traicionó, y en una batalla sangrienta, creyó haber matado a todos, dragones y jinetes por igual. Desde ese entonces, Galbatorix gobernó.” Brom
Anunciada como “la siguiente gran aventura de fantasía”, “Eragon” es la muy fallida adaptación de la novela homónima de Christopher Paolini, y el primer capítulo –y al parecer último- en ser llevado a la pantalla grande de la trilogía “El legado”. Paolini ha sido catalogado como heredero de la tradición de Tolkien y Lewis. “Eragon” ha vendido más de un millón de copias, y “Eldest”, la segunda entrega, se hizo acreedora al premio “Quills”. Después del éxito de “El señor de los anillos” y “Harry Potter”, los estudios buscaron nuevas franquicias que llevar a la pantalla grande (“Las crónicas de Narnia”, “La materia obscura”, etc.), pero han dejado de lado, en algunos casos, el cuidado de la historia y se han enfocado mucho más en la acción y los efectos especiales. Es el lamentable caso de “Eragon”.
La historia cuenta como Eragon (Edward Speelers) se encuentra con una brillante gema azul, similar a una joya, que resulta ser un huevo de dragón, y que lo convierte en el último jinete de dragones, y el único que puede representar una amenaza para Galbatorix (John Malkovich). Eragon lucha –o debería- contra ese destino que no eligió, crece, junto con su dragona Shaphira (voz de Rachel Weisz), y se enfrenta por primera vez al ejército del tirano.
“Eragon” resulta en una película fallida porque traiciono el verdadero espíritu de la novela. Más que una película, más que el inicio de una gran aventura parece un capítulo más de una serie de televisión (muy a la usanza de “Xena” o “Sinbad, el marino”). Fangmeir deja ver su inexperiencia tras la silla del director. Su uso del lenguaje cinematográfico es bastante pobre y su dirección de los actores regular. La elección del reparto es fallida en la mayoría de los casos. Edward Spellers, el actor novato elegido entre 180 mil aspirantes y sobre actores como Elijah Wood, Shia LaBeouf y Alex Pettyfer, cumple con el rol principal. Pero Sienna Guillory como la etérea y castaña que no pelirroja Arya, Malkovich como el malvado Galbatorix, y Hounsou como el aguerrido Ajihad, entre otros, no tienen nada que ver con los personajes originales. Están fueran de casting.
Sin embargo, el mayor problema de “Eragon” recae en un guion que simplifica la historia y la vuelve un simple relato de un adolescente que se encuentra con un dragón. No hay una columna vertebral que guíe el desarrollo de la trama y de los personajes. Se tomaron muchas libertades que terminaron por eliminar la construcción de relaciones entre los personajes y que detonan en conflictos o explican sus reacciones. Más aún, fuera quedaron personajes claves en la historia como Roran Katrina, Angela y Elva; Galbatorix es mencionado en el libro, pero ni en éste ni en “Eldest” aparece aún.
“Eragon” es una caricatura de la novela. Una traición a una buena serie. Una clase sobre aquello que no debe hacerse. Pero, viendo con un dejo de optimismo, una invitación a leer la novela que no fue llevada al cine, “Eragon”.
EE.UU./Inglaterra 2006
Director: Stefen Fangmeier.
Reparto: Edward Speleers, Jeremy Irons, John Malkovich, Djimon Hounsou, Rachel Weisz.
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