"Para bailar debes ser libre".
Rudolf Nureyev es considerado como el bailarín y coreógrafo más influyente de su generación. "El cuervo blanco" alterna entre 1961 cuando estaba en París (tiempo que se maneja como "presente"), seis años antes, cuando comenzaba su carrera, y su infancia. El énfasis está en el contraste de la disciplina de la Unión Soviética, donde nace y de dónde deserta en 1961, frente a su propia disciplina y dedicación al ballet que le crearon una imagen de individualista, distante, arrogante e, incluso, cruel. Ese contraste crea una paradoja en la que encuentra la libertad a través de su propia pasión en la que construye sus propios muros, a través de los cuáles transforma por medio del arte.
"El cuervo blanco" es una biopic promedio. Fiennes no alcanza a balancear adecuadamente los elementos de un personaje lleno de matices y tan emblemático para la danza y la propia historia de su país, siendo el primer artista en dejarlo durante la Guerra Fría. La manera en cómo cuenta la historia es propositiva y deja ver trazos de la figura emblemática durante su formación, pero al final es como una coreografía que no corre del todo bien. Hay que decir también que aunque es una inspiradora historia de triunfo, tiene un fuerte tono de melancolía.
El gran acierto de "El cuevo blanco"" es que sí captura la grandeza de Nureyev. En Rusia, un "cuervo blanco", como la rareza que son en la naturaleza, es un término utilizado para describir a alguien inusual, extraordinario, alguien que no es como nadie más, y Nureyev sin duda era uno.
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"The White Crow"
Reino Unido / Francia / Serbia 2018 - 2h 7m
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