"Unías lo improbable con lo posible" le escribe Marina Tesvetáieva a su hija Ariadna Efron en una carta póstuma que presagia como destina y que describe muy bien la labor que Alma Karla Sandoval hace en "Desde el corazón siberiano".
Tesvetáieva es uno de las grandes figuras de la poesía rusa del siglo XX. Su vida estuvo ligada a figuras clave de la cultura (Boris Pasternak, Rainer Maria Rilke, Sofía Parnok, por citar sólo algunos) y a un ir y venir que inevitablemente convivía con el dolor, la tragedia y la muerte. La Segunda Guerra Mundial le arrebata lo que le queda y le orilla a ponerse punto final. Para Ariadna, el transitar tampoco fue menos fácil. La traductora y también poeta, pasó años de condena en los gulags, campos de reeducación del Estado soviético, de los que saldría para reconstruir el pasado de su familia, darle luz y reconstruirse en el proceso. "Desde el corazón siberiano" alterna cartas de Tesvetáieva con hechos reales, al tiempo en que elabora otros para profundizar en la relación entre madre e hija.
Reseñar a una amiga siempre es complicado, se mezclan los afectos... pero la contundente y apasionada prosa de Alma Karla lo hace sencillo. La primera parte de "Desde el corazón siberiano" es difícil, dura, cómo lo que viven sus protagonistas. Luego, el dolor sigue, pero de manera distinta; hay esperanza. Dicha estrategia es hábil, consigue un mayor impacto, un mejor entendimiento de las protagonistas; construye, empatiza con la propia admiración que Sandoval siente por ellas y que da dimensión al valor y la fuerza de dos mujeres que sobrevivieron a tanto y que siguen y seguirán vivas, venciendo incluso al tiempo.
"Desde el corazón siberiano" envuelve y transforma con sus palabras. Es, otra prueba fehaciente, como lo dice una carta de 1933 de Marina, de que "la vida es arte o no es". "Desde el corazón siberiano" lo es.
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